¿De dónde provienen?
Los antidotos provienen, sin duda, de nuestras fortalezas. Ocurre que no se nos ha inculcado el apego hacia ellas, sino más bien todo lo contrario, con lo cual tendemos a concentramos solamente en las debilidades de manera que acaban por convertirse en verdaderos obstáculos para nuestro crecimiento y actúan en contra de nuestro progreso.
Conjuguemos fortalezas
Por el contrario, trabajar con las fortalezas, constituye un saludable ejercicio ya que nos permiten combatir nuestras malsanas creencias limitadoras y dejar de ir con el freno de mano puesto por la vida.
Practique con algunas interrogaciones básicas, como p.e.:
¿Cúales son mis fortalezas?
¿Qué resuelvo a pedir de boca?
¿Cómo son mis momentos brillantes?
¿En qué soy excelente?
domingo, 17 de julio de 2011
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